La Pastorcita Encantada en Llimpiyin Bambamarca

La Pastorcita encantada en las colinas de Bambamarca

Patorcita encantada en Bambamarca la libertad
Cierto día como de costumbre, una pastorcita salía a las siete de la mañana a pastar las ovejas, acompañada de un perrito amarillo, por las cumbres y colinas que rodean su pueblo. Aquel día, eligió ir por un lugar llamado “Llimpiyin”, una cumbre ubicada al oriente del Distrito de Bambamarca.

Había cargado sobre su quipi (equipaje), dos naranjitas y una taleguita (bolsa de hilo) de cancha, como su fiambre.

Habían llegado al lugar y las ovejas bajaban y comían el pasto fresco por las falas de Llimpiyin, sobre una peña amplia y profunda, hasta que habían quedado ubicadas, peña para arriba y peña para abajo, en el centro había un espacio donde las ovejas comían a gusto, había bastante pasto y leña. Para llegar a este lugar había un solo caminito y muy angosto, el cielo estaba despejado y el sol brillaba, todo era hermoso.

 Las ovejas habían comido hasta llenarse y ya era medio día, la pastorcita se sentía tranquila y contenta porque había encontrado un lugar especial donde sus ovejas podían comer y saciarse, entonces la postorcita se dijo: ¡Voy a comer una de mis naranjitas con mi canchita y la otra naranjita lo voy a guardar para más tarde!, después de comer la pastorcita se puso a juntar leña cantando un yaravie “dentro de mi pecho yo he formado dos escaleras de vidrio…”.

El sol indicaba que era la una de la tarde, y de pronto el cielo empezó a estremecerse, rápidamente las nubes coparon todo el espacio, y empezó a caer granizo, era tan fuerte el granizal que sus granos parecían chanos, todo el pasto y los arbustos se cubrían con el granizal, mientras los truenos sonaban muy fuertes trayendo los brusiles (relámpagos o rayos) entre chuzados, la pastorcita serró los ojos de la impresión, para no asustarse y controlar la angustia de morir en esa tempestad. Ella recordaba que su mamá le decía ¡hija cuando tienes dos coronas (formación del cabello) ahí te cae el rayo!, y se decía así misma, ¡hay que desgracia!, ¡ya fui!, ¡para hoy he nacido!, pensando y pensando en su triste destino, abrió sus ojos y noto que el granizo casi cubría a las ovejas que estaban amontonaditas soportando también la tempestad. Pero esta tempestad no paraba cada vez era más fuertes, toda la tarde llovía y llovía, hasta que de pronto se oscureció, más oscuro que cualquier noche.

La pastorcita para ese entonces había perdido la razón, se sentía debilitada como si estuviera borracha, pero aún le quedaban fuerzas para tratar de palmar sus ovejas y sentir que están ahí, cargando en su otro brazo un corderito llullu (recién nacido), que había tomado para salvarle la vida dentro su chali (manta de lana), echó de menos a su perrito y no estaba, pensó que se había regresado a su casa.

Sentía que su atuendo y su chali estaban mojado por la terrible tempestad, con su cuerpo adormecido, ella había dejado de sentir la noción de la realidad, se imaginaba que estaba en su casa, ¡en su casa de Bambamarca! y se puso a cantar.

Había una cueva en la peña de arriba, pero no se acordaba, sin embargo, ella estaba en medio de las ovejas con el cuerpo entroncado y la oscuridad continuaba.

Ya eran altas horas de la noche, la debilidad de su cuerpo adormecido era notorio, abrió los ojos para tratar de ver algo dentro la oscuridad y de pronto observo un trono como del Señor de San Martin de Tours, en una iglesia grande y amplia lleno de diversos diseños y decorados con oro que reflejaba e iluminaba todo el ambiente. Asombrada la pastorcita, del brillo del ambiente, cerraba y habría los ojos para pensar que se trataba de un sueño, pero grande fue la sorpresa ¡no era un sueño!; veía que danzantes salían y entraban a la iglesia, glamurosos y llenos de energía. De pronto la pastorcita se dio cuenta que ella era el centro de atención, había gente con sombreros de palma, con pantalones finos de lana tipo pitillos, personas bien vestidas y de un buen ver, ellos le miraban con curiosidad y todos le llamaban para que vaya a bailar con ellos, ella se sentía confundida y asombrada de tan extraño suceso.

Se sentía sentada aun entre sus ovejas y al mismo tiempo frente a ella veía un palacio lleno de belleza y elegancia con rasgos de gente que jamás se hubiere imaginado. La gente elegante, los bailarines le decían, ven entra pastorcita, no tengas miedo, aqui todo es alegría, ven para bailar, ven para degustar de los riquisimos potajes que aquí tenemos, acá nunca te vas envejecer, y efectivamente la gente que allí estaba no pasaban aproximadamente los 30 años, como si ahí existiré la eterna juventud.

La pastorcita entonces se levanto con alegría y camino a la puesta del palacio. De pronto, se oyó el aullido de su perrito amarillo, lloraba y lloraba reclamando por su dueña. Los individuos, entonces al escuchar el aullido del animal, retrocedieron con cuidado y se despidieron de la pastorcita. Por lo que la pastorcita viendo que la gente se retiraba, volvió a su razón y salio en dirección a sus ovejas y a su perro amarillo que estaba junto a ellas.

Se dio cuenta que traía la ropa mojada, y escurría sus prendas para quitarse el peso de agua que traía encima, se dio cuenta que no estaba en su casa y que se mantenía en el mismo lugar, donde había acaecido el día anterior (peña para arriba, peña para abajo y en el medio una pampita donde había llegado con sus ovejas).

Empezó a aclarar el día, ella sentía el frío mas terrible que había sentido jamas ¡hay de mi,me moriré! ¡tanto que me aya quedado por acá, toda una noche, estoy todo mojado! se dijo la pastorcita. Minutos después los rayos del sol llegaron desde el horcón chiguala justo al lugar donde estaba ella y sus ovejas, ¡que grande eres Señor! ¡los rayos del sol, me fortalece!, así la patorcita se empezó a abrigar.

¡Quiero salir de este lugar! se dijo, fue donde sus ovejas junto a su perrito, encontró la leña que había juntado el día anterior, pero ella estaba debilitada y no pudo cargar la leña, arreo entonces las ovejas, y cargó tres corderillos llullus, y avanzo por el único caminito que daba al lugar, apoyándose con las pajas para no caerse, así subieron hasta llegar cerca de las wirawiras. La pastorcita sintió alegría de encontrase en las pampitas del wirawira lejos de aquel lugar.

 La madre de la pastorcita había salido a buscarlo desde la 1 de la mañana, por todas las majadas y colinas que rodeaban el pueblo: ¡No, aquí no esta tu hija!, ¡búscale por muerta!, ¡como es posible que aya desaparecido ella y sus ovejas todo un día y una noche!, ¡debe estar muerta!, le decían. Su madre desesperada y empapada en llanto seguía buscando.

Ya, encontrándose la madre de la pastorcita en la cushpiño, cuspide del cerro de los chinchangos. La pastorcita escucho la voz de su madre: ¡Florcitaaaaaaaa!, ¡Florcitaaaaaa!, ¡Hijitaaaaaa!, donde estas Huyuyuy Huyuy..., lloraba; al escucharlo la pastorcita, respondió: ¡aquí, aquí estoy mamitaaaaa!, ¡aqui estoy mamitaaaaaa!. La madre bajo apresurada, rodándose por partes, con el corazón palpitando, llego entonces al lado de su hija y la abrazo tan fuerte, adorándole las manos y los pies. Se dio cuenta que la pastorcita tenia la cara rasmillada, las manos y los pies heridos producto de la tempestad y la noche confusa, llenos de miedos y asombros (el encanto).






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